martes, 1 de septiembre de 2015

Porfiriato


El régimen de Porfirio Díaz (1876-1911) estuvo marcado por la obsesión del poder y la incapacidad de promover una transición democrática, afirmó hoy el presidente del Colegio de México (Colmex), Javier Garciadiego. 

El Porfiriato "logró un importante desarrollo económico y estabilidad política, pero sacrificó la democracia", dijo en una entrevista el historiador, quien consideró que ese periodo de la historia mexicana "debe ser analizado de manera más completa. 

Porfirio Díaz, abundó, "no estaba muy preocupado por la democracia" y defendía la necesidad de un gobierno fuerte, después de que los regímenes débiles de la primera mitad del siglo XIX, marcados por Antonio López de Santa Anna, causaron enormes problemas, entre ellos la pérdida de más de la mitad del territorio y el caos económico. 

Por este motivo, "la democracia pasa a segundo plano", comentó Garciadiego, autor del ensayo "El Porfiriato", publicado en la edición de mayo de la revista Relatos e Historias de México. 

"La democracia del siglo XIX en México era solo para las élites, y no votaban las mujeres", aseguró el historiador, quien aclaró que actualmente para establecer un régimen democrático se requiere de sectores informados, de instituciones, organismos que organicen las votaciones, partidos que contiendan y, sobre todo, de una clase media. 

Para entender el Porfiriato es necesario estudiar al menos tres períodos, señaló el académico, al explicar que el primero va desde la toma del poder en 1876 hasta fines de la década de 1880, cuando cambió el proyecto liberal de desarrollo por uno caracterizado por la consigna de "orden y progreso". 

Las metas fueron la pacificación del país, el control del ejército para evitar nuevas asonadas militares, el reconocimiento internacional, el saneamiento de las finanzas públicas, la construcción de vías férreas, establecimiento de bancos y la apertura a la inversión extranjera, indicó. 

Además, comentó, Díaz fue tolerante con la Iglesia y aunque mantuvo vigentes las leyes anticlericales de los liberales, no las aplicó, con lo que apaciguó el descontento religioso. 

El segundo período, que abarca de 1890 a 1900, fue el más notable en crecimiento económico; ingresaron inversiones extranjeras, se construyeron grandes obras de infraestructura, se desarrolló la agricultura y la minería industrial, precisó el investigador. 

En cuanto a la política, añadió, logró unir en torno al Gobierno a los principales grupos económicos y políticos. 

"Una gran parte de la sociedad se benefició con este crecimiento económico y la población creció de 8 a 15 millones de habitantes, el promedio de vida aumentó y hubo un beneficio para todos", aseveró Garcia diego. 

Estos beneficios, explicó, se debieron a los procesos de urbanización e higiene, con servicios como la electricidad, el agua potable, el sistema de drenaje, que mejoraron las condiciones de vida, sobre todo en las grandes ciudades del norte del país. 

Contrario a la visión que se ofreció del Porfiriato durante los gobiernos postrevolucionarios, "Díaz desarrolló el capitalismo, impulsó el crecimiento económico en diversas regiones y hubo una modernización". 

Además, las haciendas se transformaron en exportadoras de granos, se promovió la inversión en ganadería, minería, ferrocarriles y petróleo. 

"México se convirtió en el más importante productor de crudo en el mundo", señaló el especialista, aunque las empresas extranjeras eran propietarias de este recurso natural. 

García diego recordó que las leyes de entonces otorgaban el derecho a los propietarios de los terrenos y del subsuelo, por lo que las empresas mineras y petroleras, al comprar los predios, podían explotar todo lo que hubiera en su interior, situación que cambió con la Constitución de 1917. 

El experto indicó que el tercer período fue el de la etapa de descomposición social y política, que generó numerosos movimientos en su contra y derivó en insurrección convocada por Francisco I Madero en noviembre de 1910, y a su renuncia y exilio en 1911.
Porfirio Díaz Mori es una de las figuras históricas más polémicas de nuestra historia nacional, nació el 15 de septiembre de 1830 y murió desterrado en Francia el 2 de julio de 1915, a la edad de 84 años. En primer término tenemos que admitir que fue un gran patriota, defendió a la patria de la invasión estadounidense de 1846-1848, se unió a los liberales en la Guerra de Reforma para defender la Constitución de 1857, fue uno de los héroes de la histórica Batalla de Puebla (05 de mayo de 1862) al lado del general Ignacio Zaragoza, es decir, fue uno de los más ardientes partidarios liberales juaristas contra la Segunda Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Pero, se despertó en él una ambición por el poder, que lo llevaría, por medio de las armas a ocupar la silla presidencial en mayo de 1877. Antes había recurrido por la vía pacífico-electoral para llegar a ella, pero no pudo contra Benito Juárez García, en 1867 ni en 1871. Después de su segunda derrota electoral, decide alzarse en armas con el Plan de la Noria en contra de la no reelección de Juárez, pero sin éxito. Sin embargo, Porfirio Díaz era un hombre que no se dejaba vencer fácilmente, era astuto, inteligente, perseverante para alcanzar sus metas, por ello se levanta en armas nuevamente en 1876 con el Plan de Tuxtepec con la misma bandera de la no reelección, ahora contra Sebastián Lerdo de Tejada, revuelta que si prospera y que le abre el camino al poder por más de 30 años, lo que conocemos como la época porfirista.

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